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.Pero José Arcadiono volvió, ni llevaron al hombre-víbora que según pensaba Úrsula era el único que podría darlesrazón de su hijo, así que no se les permitió a los gitanos instalarse en el pueblo ni volver a pisarloen el futuro, porque se los consideró como mensajeros de la concupiscencia y la perversión.JoséArcadio Buendía, sin embargo, fue explícito en el sentido de que la antigua tribu de Melquíades,que tanto contribuyó al engrandecimiento de la aldea can su milenaria sabiduría y sus fabulososinventos, encontraría siempre las puertas abiertas.Pero la tribu de Melquíades, según contaronlos trotamundos, había sido borrada de la faz de la tierra por haber sobrepasado los limites delconocimiento humano.Emancipado al menos por el momento de las torturas de la fantasía, José Arcadio Buendíaimpuso en poco tiempo un estado de orden y trabajo, dentro del cual sólo se permitió unalicencia: la liberación de los pájaros que desde la época de la fundación alegraban el tiempo consus flautas, y la instalación en su lugar de relojes musicales en todas las casas.Eran unospreciosos relojes de madera labrada que los árabes cambiaban por guacamayas, y que JoséArcadio Buendía sincronizó con tanta precisión, que cada media hora el pueblo se alegraba conlos acordes progresivos de una misma pieza, hasta alcanzar la culminación de un mediodía exactoy unánime con el valse completo.Fue también José Arcadio Buendía quien decidió por esos añosque en las calles del pueblo se sembraran almendros en vez de acacias, y quien descubrió sinrevelarlos nunca las métodos para hacerlos eternos.Muchos años después, cuando Macondo fueun campamento de casas de madera y techos de cinc, todavía perduraban en las calles másantiguas los almendros rotos y polvorientas, aunque nadie sabía entonces quién los habíasembrado.Mientras su padre ponía en arden el pueblo y su madre consolidaba el patrimoniodoméstico con su maravillosa industria de gallitos y peces azucarados que dos veces al día salían18Cien años de soledadGabriel García Márquezde la casa ensartadas en palos de balso, Aureliano vivía horas interminables en el laboratorioabandonada, aprendiendo por pura investigación el arte de la platería.Se había estirado tanto,que en poco tiempo dejó de servirle la ropa abandonada por su hermano y empezó a usar la desu padre, pero fue necesario que Visitación les cosiera alforzas a las camisas y sisas a laspantalones, porque Aureliano no había sacada la corpulencia de las otras.La adolescencia lehabía quitada la dulzura de la voz y la había vuelta silencioso y definitivamente solitario, pero encambio le había restituido la expresión intensa que tuvo en los ajos al nacer.Estaba tanconcentrado en sus experimentos de platería que apenas si abandonaba el laboratorio paracomer.Preocupada por su ensimismamiento, José Arcadio Buendía le dio llaves de la casa y unpoco de dinero, pensando que tal vez le hiciera falta una mujer.Pero Aureliano gastó el dinero enácida muriático para preparar agua regia y embelleció las llaves con un baño de oro.Susexageraciones eran apenas comparables a las de Arcadio y Amaranta, que ya habían empezada amudar los dientes y todavía andaban agarrados toda el día a las mantas de los indios, tercos ensu decisión de no hablar el castellano, sino la lengua guajira.«No tienes de qué quejarte -le decíaÚrsula a su marido-.Los hijos heredan las locuras de sus padres.» Y mientras se lamentaba de sumala suerte, convencida de que las extravagancias de sus hijos eran alga tan espantosa comauna cola de cerdo, Aureliano fijó en ella una mirada que la envolvió en un ámbito deincertidumbre.-Alguien va a venir -le dijo.Úrsula, como siempre que él expresaba un pronóstico, trató de desalentaría can su lógicacasera.Era normal que alguien llegara.Decenas de forasteras pasaban a diaria por Macondo sinsuscitar inquietudes ni anticipar anuncios secretos.Sin embargo, por encima de toda lógica,Aureliano estaba seguro de su presagio.-No sé quién será -insistió-, pero el que sea ya viene en camino.El domingo, en efecto, llegó Rebeca.No tenía más de once años.Había hecho el penoso viajedesde Manaure con unos traficantes de pieles que recibieron el encargo de entregarla junto conuna carta en la casa de José Arcadio Buendía, pero que no pudieron explicar con precisión quiénera la persona que les había pedido el favor.Todo su equipaje estaba compuesto por el baulito dela ropa un pequeño mecedor de madera can florecitas de calores pintadas a mano y un talego delona que hacía un permanente ruido de clac clac clac, donde llevaba los huesos de sus padres.Lacarta dirigida a José Arcadio Buendía estaba escrita en términos muy cariñosas por alguien que loseguía queriendo mucho a pesar del tiempo y la distancia y que se sentía obligado por unelemental sentido humanitario a hacer la caridad de mandarle esa pobre huerfanita desamparada,que era prima de Úrsula en segundo grado y por consiguiente parienta también de José ArcadioBuendía, aunque en grado más lejano, porque era hija de ese inolvidable amigo que fue NicanorUlloa y su muy digna esposa Rebeca Montiel, a quienes Dios tuviera en su santa reino, cuyasrestas adjuntaba la presente para que les dieran cristiana sepultura.Tanto los nombresmencionados como la firma de la carta eran perfectamente legibles, pero ni José Arcadio Buendíani Úrsula recordaban haber tenida parientes con esos nombres ni conocían a nadie que se llamaracama el remitente y mucha menos en la remota población de Manaure.A través de la niña fueimposible obtener ninguna información complementaria.Desde el momento en que llegó se sentóa chuparse el dedo en el mecedor y a observar a todas con sus grandes ajos espantados, sin quediera señal alguna de entender lo que le preguntaban.Llevaba un traje de diagonal teñido denegro, gastada por el uso, y unas desconchadas botines de charol.Tenía el cabello sostenidodetrás de las orejas can moñas de cintas negras.Usaba un escapulario con las imágenes barradaspor el sudor y en la muñeca derecha un colmillo de animal carnívoro montada en un soporte decobre cama amuleto contra el mal de ajo.Su piel verde, su vientre redondo y tenso como untambor, revelaban una mala salud y un hambre más viejas que ella misma, pera cuando le dierande comer se quedó can el plato en las piernas sin probarla
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